martes, 19 de junio de 2012

Sexo y Procomún





Cámara. Acción. ¡Acción! El Comando Rosa te llama a la lucha, a la revuelta trans, a una guerrilla lésbica, a golpear los genitales de la dominación patriarcal. Frente a la explotación capitalista que trata de someter nuestros cuerpos, controlar nuestras identidades, rentabilizar nuestras vidas, te invitamos, a una fiesta,  a una fiesta salvaje, a transformar la noche en día y el día en noche, como en una profecía milenarista a romper las cadenas y a follar en posturas inconcebibles, a ser la Bestia de siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cuernos diez diademas, y sobre sus cabezas un nombre de blasfemia: Tortillera, Travelo, Puta, Maricón. El Comando Rosa te convoca a ti, convoca a las minorías, asiáticas todas, precarias o sin curro, a las abyectas. Contra el modelo heteronormativo llama a las mujeres, a los mil feminismos, a lo que en cada uno hay de perra, de gay o bollera. Tú, con la pluma desbocada y el fuego en la mirada, con el rímel corrido y las medias rajadas, enfundada en cuero y con hermosas barbas, eres la sedición, la potencia ya insurrecta.

Contra la expropiación capitalista de nuestras vidas, únete a la lucha. Defiende lo común.  Las luchas por el placer contestan el dominio de la propiedad privada, pero también se oponen a la dominación de la propiedad pública y el control del Estado. El placer sexual es una de nuestras más importantes creaciones colectivas. Combate por ella. Tú-nosotras, El Comando Rosa, somos los nuevos practicantes del Wu-tou-mi tao  del taoísmo de las cinco fanegas de arroz, ya sin Maestro Celeste, sin jefes ni religión. Somos el nuevo ejército de los demonios-soldados. Herederas de las sublevaciones campesinas contra la dinastía Chin, somos expertas en la unificación del hálito. Guerrilleras del ho-ch’i, practicamos el antiguo arte de la sexualidad colectiva.

Contra el capitalismo, el procomún: ¡nuestro placer anal!

lunes, 14 de mayo de 2012

Todas somos 15M


Están sonando los tambores. Atravesamos la duración. Primer aniversario del Acontecimiento que cambiará —que ya cambió, aunque no sepamos cómo ni en qué sentido— nuestras vidas. El 15 de mayo del año pasado algo se rompió en el monótono sucederse de las horas. Lo imprevisto tuvo lugar. La irrupción de la novedad. Aún no sabemos muy bien cuál, pero el Comando Rosa se sabe arrastrado por ella. Estuvo entonces allí, en la Plaza. Combatiendo la heteronorma. Deseando con más intensidad que nunca la insurrección de los cuerpos. Gozando del instante de la anomalía. Sentimos cómo el Acontecimiento nos penetraba. Percibimos en nuestros cuerpos que el 15M había supuesto una quiebra en el Ser, la irrupción sorprendente del afuera, un desplazamiento del horizonte ontológico en el interior del cual las subjetividades se conforman. Sin duda, se cargaba y aún se carga, como con un cadáver atado a la espalda, con muchas componentes antiguas. Gran parte de los rasgos que caracterizan la expresividad disconforme están más cerca de las viejas exigencias políticas que de modalidades fieles a lo que quiera que sea eso que ha irrumpido. El 15M se presenta apenas sí como un indicio de lo que será, como anuncio o promesa.  Se precisa de la consolidación del Acontecimiento para que la novedad que ha surgido prenda en lo real, para que la potencia sedimente como producción objetiva de nuevas condiciones de vida y resistencia. Éste es el segundo asalto. El que ha comenzado el día 12 y no ha anunciado su clausura.

 La consolidación de lo que ha emergido tendrá que enfrentarse a las fuerzas de la reacción que tratan de minimizar los efectos de lo ocurrido. No sólo nos enfrentamos a la insistencia de una clase burguesa dispuesta a despojarnos de todo, sino también a funestas inercias que recorren por dentro el movimiento. La homofobia, al igual que el machismo y la xenofobia o el racismo, o el especismo, nos atraviesan permitiendo la reproducción de relaciones jerárquicas de dominación. Las segmentaciones de raza, sexo u orientación del deseo son dispositivos esenciales para la reproducción de la dominación de clase, dinámicas a través de las cuales dividir a la plebe anónima que todas somos. Dejar en un segundo plano la lucha contra estos códigos que estructuran el socius según asimetrías funcionales a las formas de explotación supondría el agotamiento anticipado de la capacidad transformadora, además del peligro de quedar instalados en una línea de descenso a los infiernos al seguir reproduciendo los dispositivos de discriminación. La producción de nuevos escenarios y el afianzamiento de los procesos de autovalorización de la potencia subversiva demandan una reapertura constante de las dinámicas de manera que éstas estén en condiciones de eludir tanto las tendencias al centrifugado de las singularidades como la constitución, aunque sólo fuera implícita, de normatividades excluyentes. Las exigencias de los agenciamientos colectivos periféricos tienen que articularse de modo que lleguen a ocupar el centro de la escena política, un centro que esté en todas partes, pues los márgenes son hoy, una vez más, el núcleo desde el que iniciar un proceso de constitución asentado sobre la innovación radical, el lugar sin lugar desde el que recomponer la proyección del común —tierra de nadie. 

Por ello El Comando Rosa declara: somos nosotras —las maricas, las trans, las bollos— el 99 %. La heterosexualidad normativa es sólo el 1%: un modelo imposible, el lugar de una identidad que ya nadie ocupa y que, sin embargo, sigue estructurando nuestros cuerpos, rompiendo nuestras vidas. No se trata simplemente de que ya nadie folle según la norma. Eso nunca ha ocurrido. La heterosexualidad natural, genitalizada, tierna y reproductiva fue siempre sólo un mito. Ocurre que ahora lo sabemos. Tenemos perfecta constancia. Ya ni siquiera nadie se cree que alguien sea tan idiota como para pretender cumplir con la norma. La Heterosexualidad ha muerto. La postura del misionero se hace aburrida. El placer siempre se encuentra un poco más allá. En otra parte. En el espacio de una perversión que ya no es tal, puesto que no se define por negación/transgresión respecto de ningún modelo, sino, al contrario, como afirmación pura, construcción autónoma, como dinámica productiva. El placer sexual es una de nuestras mayores creaciones colectivas. No pensamos dejar que nos la arrebaten. Sólo el 1% es normal. El otro 99 somos unas raras.

miércoles, 21 de marzo de 2012

La huelga de las perversas


El ambiente está caliente. Nosotras también. Lúbricas incluso. Los sindicatos han convocado a la huelga general para el próximo 29 de marzo. Nos gusta que suba la temperatura. Como en las saunas. El Comando Rosa llama a transformar la jornada en una revuelta trans, en una guerrilla lésbica, en un golpe directo a los genitales de la dominación patriarcal. Frente a la explotación capitalista que trata de someter nuestros cuerpos, controlar nuestras identidades, rentabilizar nuestras vidas, deseamos una fiesta salvaje, transformar la noche en día y el día en noche, como en una profecía milenarista romper las cadenas y ponernos a follar en posturas inconcebibles, hacer de ese día el último día, ser la Bestia de siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cuernos diez diademas, y sobre sus cabezas un nombre de blasfemia: Tortillera, Travelo, Puta, Maricón. Sí, nosotras las perversas también vamos a la huelga, aunque nuestra huelga sea otra. Sabemos que los sindicatos mayoritarios son eso, mayoritarios, porque a la huelga llaman sólo al hombre-blanco-asalariado-macho-adulto-urbano-hablando una lengua estándar-europeo-heterosexual cualquiera. El Comando Rosa, al contrario, convoca a las minorías, asiáticas todas, precarias o sin curro, a las abyectas. Contra el modelo heteronormativo llama a las mujeres, a los mil feminismos, a lo que en cada uno de vosotros haya de perra, de gay o bollera.

Nos gusta el rollo ese de los yanquis del 99%, pero no en la versión que parece que aquí más priva, no en su versión economicista y chata. Nos gusta porque sabemos que las raras somos hoy casi todas. El “We are the 99%” no se refiere, no sólo al menos, a la cuestión del reparto de la riqueza. Tiene que ver con el género, la sexualidad y la raza. Nuestra querida AngelaDavis ya lo decía en el Occupy Philly citando a otra de nuestras amigas, a Audre Lorde, mujer-negra-lesbiana: a la mierda con la tolerancia. Nosotras, con nuestra pluma desbocada y el fuego en la mirada, con el rímel corrido y las medias rajadas, enfundadas en cuero y con hermosas barbas, somos la sedición, la potencia ya insurrecta. Porque la cosa está bien clara: la dominación de clase se sostiene sobre una estructura racista, sexista y homófoba. Son esas segmentaciones molares las que hacen posible la explotación capitalista, la tranquilidad del empresario, el triunfo de la policía. Nuestra huelga, la huelga de las perversas, se habrá de dirigir contra la reproducción de las jerarquías de género, de las jerarquías sexuales, de las jerarquías de raza. Las minorías ya somos numéricamente mayoritarias. El 29 de marzo construiremos lo común desde nuestra excepcionalidad y nuestras extravagancias.

Están bien los análisis de última hora que insisten en que ya no vivimos en el siglo XIX, que las formas de producción se han transformado, que la huelga ya no puede ser lo que era para el trabajador industrial de antaño. Son necesarios. Pero también hay que recordar que nosotras nunca ocupamos el puesto del asalariado de fábrica. Nosotras en el XIX estábamos encerradas en las cocinas o en los psiquiátricos. En el XX conocimos los electroshocks y las lobotomías. Algo hemos aprendido de todo eso. Tenemos nuestra propia historia, nuestro propio pasado. Es una vez más el momento de, como las mujeres criminales que tanto asustasen a Lombroso, poner nuestra cara más temible, la que ya tenemos, de enseñar con orgullo la diferencia que somos y que hacemos. Nuestro pasado son las mujeres cordobesas que en 1652 requisaron lo que era suyo, al obispo con todo el grano, o aquellas otras de Valladolid de 1856 que acabaron por tirar al Gobernador Civil al Canal de Castilla, luego de apuñalado. 

Pero es cierto. Las cosas han cambiado. Hoy el capitalismo patriarcal y heterosexista sigue dinámicas nuevas. La producción es, en su centro y desde el principio, producción de subjetividad. El producto de nuestro trabajo, la mercancía que se compra y se vende, es nuestra propia vida. Todas y cada una de nosotras hemos quedado transformadas en pequeñas subcontratas. A cada cual su yo-empresa. Su identidad cool. Algo que resulte rentable, que venda. Yo® Marca Registrada. La existencia se ha convertido en una continua perfomance normalizada en base a criterios de eficacia económica. Nuestra afectividad, nuestras palabras, nuestras relaciones sociales, de amistad y familiares, al igual que nuestros sueños y nuestros más íntimos anhelos, todo ha entrado en el juego capitalista de producción de un plusvalor que nos es expropiado. El heteropatriarcado es un sistema de producción de norma según la cifra dominante/subalterna. Es necesario detener esos procesos de construcción de código que hacen de nuestras diferencias identidades explotadas. 

—Que cómo hacer huelga cuando es la vida entera la que está puesta a trabajar. El Comando Rosa convoca al sabotaje de uno mismo, a revocar el proceso de valorización del propio yo, a la destrucción de las marcas: frente a un capitalismo que es producción de subjetividad, una huelga que nos hunda en lo anónimo; contra el aumento de la tasa de ganancia a través de la construcción de una identidad atractiva y rentable, la efervescencia de lo abyecto; contra la privatización del común en la genitalidad, sodomía; ante el diseño de una existencia funcional, la enfermedad de los monstruos. Desata al travesti que hay en ti, tu deseo difuso y polimorfo. Tápate el rostro con una media rosa y levanta barricada. Es tiempo de nuevo de sacar nuestro lado más marica, nuestra pose más bollo. El ambiente está caliente. Hay que aprovechar el instante. Nada de servicios mínimos. Incendiadlo todo.