El ambiente está caliente.
Nosotras también. Lúbricas incluso. Los sindicatos han convocado a la huelga
general para el próximo 29 de marzo. Nos gusta que suba la temperatura. Como en
las saunas. El Comando Rosa llama a transformar la jornada en una revuelta
trans, en una guerrilla lésbica, en un golpe directo a los genitales de la
dominación patriarcal. Frente a la explotación capitalista que trata de someter
nuestros cuerpos, controlar nuestras identidades, rentabilizar nuestras vidas, deseamos
una fiesta salvaje, transformar la noche en día y el día en noche, como en una
profecía milenarista romper las cadenas y ponernos a follar en posturas
inconcebibles, hacer de ese día el último día, ser la Bestia de siete cabezas y
diez cuernos, y sobre sus cuernos diez diademas, y sobre sus cabezas un nombre
de blasfemia: Tortillera, Travelo, Puta, Maricón. Sí, nosotras las perversas
también vamos a la huelga, aunque nuestra huelga sea otra. Sabemos que los sindicatos
mayoritarios son eso, mayoritarios, porque a la huelga llaman sólo al
hombre-blanco-asalariado-macho-adulto-urbano-hablando una lengua estándar-europeo-heterosexual cualquiera. El
Comando Rosa, al contrario, convoca a las minorías, asiáticas todas, precarias
o sin curro, a las abyectas. Contra el modelo heteronormativo llama a las
mujeres, a los mil feminismos, a lo que en cada uno de vosotros haya de perra,
de gay o bollera.
Nos gusta el rollo ese de los
yanquis del 99%, pero no en la versión que parece que aquí más priva, no en su
versión economicista y chata. Nos gusta porque sabemos que las raras somos hoy
casi todas. El “We are the 99%” no se refiere, no sólo al menos, a la cuestión
del reparto de la riqueza. Tiene que ver con el género, la sexualidad y la
raza. Nuestra querida AngelaDavis ya lo decía en el Occupy Philly citando a otra de nuestras amigas, a
Audre Lorde, mujer-negra-lesbiana: a la mierda con la tolerancia. Nosotras, con
nuestra pluma desbocada y el fuego en la mirada, con el rímel corrido y las
medias rajadas, enfundadas en cuero y con hermosas barbas, somos la sedición,
la potencia ya insurrecta. Porque la cosa está bien clara: la dominación de
clase se sostiene sobre una estructura racista, sexista y homófoba. Son esas
segmentaciones molares las que hacen posible la explotación capitalista, la
tranquilidad del empresario, el triunfo de la policía. Nuestra huelga, la
huelga de las perversas, se habrá de dirigir contra la reproducción de las
jerarquías de género, de las jerarquías sexuales, de las jerarquías de raza.
Las minorías ya somos numéricamente mayoritarias. El 29 de marzo construiremos
lo común desde nuestra excepcionalidad y nuestras extravagancias.
Están bien los análisis de última hora que insisten en que ya no vivimos en el siglo XIX, que las
formas de producción se han transformado, que la huelga ya no puede ser lo que
era para el trabajador industrial de antaño. Son necesarios. Pero también hay
que recordar que nosotras nunca ocupamos el puesto del asalariado de fábrica.
Nosotras en el XIX estábamos encerradas en las cocinas o en los psiquiátricos. En
el XX conocimos los electroshocks y las lobotomías. Algo hemos aprendido de todo
eso. Tenemos nuestra propia historia, nuestro propio pasado. Es una vez más el
momento de, como las mujeres criminales que tanto asustasen a Lombroso, poner
nuestra cara más temible, la que ya tenemos, de enseñar con orgullo la
diferencia que somos y que hacemos. Nuestro pasado son las mujeres cordobesas
que en 1652 requisaron lo que era suyo, al obispo con todo el grano, o aquellas
otras de Valladolid de 1856 que acabaron por tirar al Gobernador Civil al Canal
de Castilla, luego de apuñalado.
Pero es cierto. Las cosas han
cambiado. Hoy el capitalismo patriarcal y heterosexista sigue dinámicas nuevas.
La producción es, en su centro y desde el principio, producción de subjetividad.
El producto de nuestro trabajo, la mercancía que se compra y se vende, es
nuestra propia vida. Todas y cada una de nosotras hemos quedado transformadas
en pequeñas subcontratas. A cada cual su yo-empresa. Su identidad cool. Algo que resulte rentable, que
venda. Yo® Marca Registrada. La existencia se ha convertido en
una continua perfomance normalizada en base a criterios de eficacia económica. Nuestra
afectividad, nuestras palabras, nuestras relaciones sociales, de amistad y
familiares, al igual que nuestros sueños y nuestros más íntimos anhelos, todo
ha entrado en el juego capitalista de producción de un plusvalor que nos es expropiado.
El heteropatriarcado es un sistema de producción de norma según la cifra dominante/subalterna.
Es necesario detener esos procesos de construcción de código que hacen de
nuestras diferencias identidades explotadas.
—Que cómo hacer huelga cuando es la vida entera la que está puesta a trabajar. El Comando Rosa convoca al sabotaje
de uno mismo, a revocar el proceso de valorización del propio yo, a la
destrucción de las marcas: frente a un capitalismo que es producción de
subjetividad, una huelga que nos hunda en lo anónimo; contra el aumento de la
tasa de ganancia a través de la construcción de una identidad atractiva y
rentable, la efervescencia de lo abyecto; contra la privatización del común en
la genitalidad, sodomía; ante el diseño de una existencia funcional, la
enfermedad de los monstruos. Desata al travesti que hay en ti, tu deseo difuso
y polimorfo. Tápate el rostro con una media rosa y levanta barricada. Es tiempo
de nuevo de sacar nuestro lado más marica, nuestra pose más bollo. El ambiente
está caliente. Hay que aprovechar el instante. Nada de servicios mínimos.
Incendiadlo todo.
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