domingo, 5 de junio de 2011

Primer Comunicado del Comando Rosa Reloaded

El Comando Rosa es feminista, es bollera, es queer y transexual. El Comando Rosa es heteroinsumiso, marica, disidente, intersexual. Estamos indignadas y llegamos dispuestas a la acción. Porque la acción es el único recurso que le queda al diferente. Una acción que reabra el conflicto y dispare el cambio, que altere el reparto estratégico de las cosas, las asimetrías consentidas, las dominaciones más asentadas. Para ello hacemos nuestra la táctica zapatista. “Tuvimos que ocultar nuestro rostro para que finalmente nos pudierais ver”. Porque habéis tratado una y otra vez de reducirnos a la invisibilidad. Cuando nos miráis en el trabajo o en los bares, en familia o en el mercado, en los baños públicos y hasta en esta plaza, nos creéis una de los vuestros. Veis por todas partes y sólo veis heterosexualidad. Pretendéis que no existimos. Ocurre que muchas veces trabajamos desde la clandestinidad.

Somos vuestras hermanas y hermanos, vuestras madres o padres, vuestras hijas y vuestros amigos. Vuestras parejas incluso. Estamos aquí, a vuestro lado, entre vosotros, no ocultas pero no vistas, todos los días os tocamos y nos tocáis, permanecemos mezcladas, anónimas y cualesquiera. Nos movemos con garbo en el teatro de la heterosexualidad. En ese mundo de formas fijas y esencias naturalizadas en el que ya ni vosotros mismos creéis de verdad. El Comando Rosa es tortillera, marica y bisexual. Es  asexual, trans, drag y hetero-insumiso. Jugamos con los dildos y reímos con los afectos. Nosotras también estamos indignadas, pero es por vuestro miedo a convertir este mundo en un mundo color de rosa, por vuestra sumisión a la heteronormatividad. Nuestra estética parodia el terrorismo para mejor ridiculizar vuestro pánico homosexual.

 

Nuestras máscaras no sólo hacen visible nuestra invisibilidad, también dicen nuestros nomadismos, el carácter transitorio de la identidad. Transmaribolleras resistentes en tierra de nadie, sabemos jugar vuestro juego incluso mejor que vosotros mismos. Expertas en Sado-maso, hemos ensayado todos los papeles, los roles y estereotipos. Sabemos ser dómina y dominado, activo y pasivo, hombre y mujer. Artistas de lo versátil, somos composiciones fluctuantes, en movimiento, que constantemente construyen burbujas de inmunidad, zonas permeables en las que encontrarnos para seguir caminando, espacios secretos de seguridad y luz.

El Comando Rosa no cae en el error de posicionarse en contra de las identidades: preferimos trastear con ellas. Las identidades están bien mientras no supongan la captura de los flujos divergentes, la proliferación festiva de las anomalías. Las identidades extravagantes son las trincheras que cavamos para consolidar los frentes, lugares de descanso desde los que retomar la lucha contra la norma heterosexual y afirmar nuestros deseos disformes, nuestras diferencias y nuestra originalidad. Con todo, sabemos del carácter artificial y difuso de cualquier construcción identitaria, más si cabe de las que tienen que ver con la sexualidad. Sabemos lo divertido que resulta trastocarlas, introducir pequeñas variaciones o, mediante un fuego de artificio, hacerlas estallar. Amamos la fluidez y por eso nos movemos entre las identidades y la no identidad, como singularidades ejemplares fuera del espacio-tiempo de la norma, nos conjugamos en categorías para ser cualquiera, nadie o todas. El Comando Rosa no admite los límites externos, sino los que cada una, desde su antagonismo móvil y su autonomía difusa, decida para sí. Mientras el Comando Rosa persigue con sus acciones devolver a cada una la vida negada, del otro lado, vuestra heteronomía se llama heterosexualidad.

Sí, somos marimachos y travelos, superfemmes y tíos enfundados en cuero: mil parodias como mil flores, maestras del disfraz. Entre otras razones porque nos encanta saltar a la comba con la línea que separa lo legal de lo ilegal, existir en la cuerda floja. Despreocupadas de las distinciones que inútilmente pretenden imponer vuestros homófonos legisladores, no reconocemos la autoridad. Por eso el Comando Rosa practica la ocupación de los espacios heteronormativos: se trata de liberar de toda homofobia y transfobia no sólo los espacios públicos sino también los privados. Nosotras no ocupamos casas vacías, sino las casas llenas de familiares durante la cena de navidad:

–¡Papá, Mamá, Asamblea! Soy un perverso, una mujer lesbiana, gitana y transexual. Y si te jode, ya sabes dónde está la puerta. Aquí estamos, enfrentando vuestra homofobia y vuestro sistema de normas. Estamos cabreadas con vuestra policía de la identidad. Sí, esa que pretende controlar nuestros cuerpos, nuestros deseos o nuestras prácticas sexuales, esa que nos cataloga en manuales médicos y psiquiátricos. No somos enfermas, no tenemos disforia sino euforia de género. Amamos nuestras filias y odiamos vuestras fobias. Nos va el rollo bollo y no vuestra medicina policial. Ni vuestras porras ni vuestras burlas, ni vuestras ejecuciones ni vuestras risas nerviosas. Una y otra vez habéis intentado atarnos en lugar bien alejado mediante el insulto. Y en cada ocasión nos hemos erigido orgullosas, desde el estigma hemos tomado la palabra y la vida. Desde nuestra posición de maricas reivindicamos nuestra pluma, como lesbianas rechazamos la deslegitimación de nuestros afectos, como travelos nos revelamos ante vuestros diagnósticos médicos. Somos intersex cansadas de vuestras cirugías y vuestros nombres, e invadiendo las consultas de los Centros de Salud tanto como los juzgados para mostrarle nuestro asco a vuestra policía del cuerpo.

Estáis tan jodidos que ni siquiera os dais cuenta de hasta qué punto la homofobia y la transfobia os constituyen. Cómo os atraviesan. El modo en que las reproducís. Pero vuestra ignorancia nos hace fuertes. La cosa es que ni siquiera entendéis lo que implica decir “yo entiendo”. Decís que no sois homófobos, que tenéis un amigo gay, como si fuera una mascota. Decís que aceptáis nuestras diferencias. Sois todo tolerancia. Pero lo que no comprendéis es que vuestra lesbofobia no termina allí donde no os molestamos. La homofobia sólo acaba en el momento en que sois capaces de amar la parte marica y bollera que os habita, vuestro lado más trans. Cada vez que nos insultáis en realidad insultáis lo que en vosotros pudiera haber de nosotras. Vuestro heterofascismo trata de exterminar a la loca que lleváis dentro.

Vuestras identidades normalizadas nacen del miedo a la otra que os transita, a nos-otras. No sois más que la repetición de lo que nos excluye y silencia, obstinación en la servidumbre voluntaria al sistema heteropatriarcal. Lo que en el fondo os aterra es esa fuerza de transformación vital y social que os aleja de los modelos dominantes, de vuestra aburrida normalidad. También vosotros portáis máscara, pero una máscara horrible, la máscara del que discrimina y aplasta. Bajo ella tratáis de encerrar vuestra sexualidad libertaria, el anarquismo del deseo. Sólo dejáis mostrarse al policía interior que aporrea al mariquita o a la camionera que todas somos, que en todas respira. Esa potencia anómala que os horada es una infiltrada del Comando Rosa en vuestros cuerpos y en vuestras almas.

El madero que sois y al que obedecéis os ha contado el viejo cuento de que los hombres son hombres y las mujeres, mujeres, la leyenda de que todo es una cuestión de anatomía, ellos con sus pollas, grandes y hermosas, y ellas sin nada. Hechos el uno para el otro, pero ellos sin hacer nada, tocándose los huevos mientras ellas trabajan. Pero ésa es sólo la versión policial de la historia. Nosotras contamos las cosas de otra manera. Los sexos son un efecto de la norma, un invento para controlarnos, para evitar las trayectorias anómalas, la efervescencia de la diversidad. Antes de todo eso, en el comienzo, está lo común, lo que todas tenemos, la zona borrada y oscura de un placer primordial, el lugar de lo abyecto en que sólo relumbra lo anónimo envolvente, sin sexo asignado, sin raza ni clase: el agujero anterior a toda identidad y a toda asimetría. El ano, el culo, el orto. El lugar del residuo y la resistencia. Ni de hombre ni de mujer, ni de blanco ni de negro, ni de burgués ni de proleta. De nadie y de todas. Feminista, antirracista y común.

El Comando Rosa erige el puño cerrado y en alto como símbolo de las antiguas luchas, pero también de las nuevas, del fist-fucking y la penetración anal. Contra el capitalismo orgásmico nuestros cuerpos sin identificar, la libertad de los placeres, la multiplicidad de nuestros culos, la intensidad de los afectos. Contra el impero heterosexista.

¡Democracia Anal Ya!.


Comando Rosa, 5 de junio de 2011.

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